Hijos de la India es un poema real sobre la India que Laura, de 27 años, de Brescia y lectora del blog, decidió compartir con nosotros como invitada especial de los miércoles, el proyecto que ve a los lectores del blog como protagonistas una vez a la semana. Es el resultado de su viaje de 5 meses a la India con su pareja Mattia. ¡Feliz lectura!
Ojos negros rodeado de kajal para protegerlos de los insectos,
miradas curiosas, algunas sonrientes, otras profundamente resignadas,
deambulan en busca de algo que comer o robar,
caminan en busca de la Vida que los dejó solos en una estación...
los niños de la India con esas miradas distantes que hablan de noches de insomnio,
cuando el estómago gruñe porque no hay más comida en la mesa,
no hay techo sobre tu cabeza, sólo chapas apiladas,
alrededor de un vertedero que proporcione "sustento suficiente".
Los niños de la India, con ese gran corazón que te hace sonreír,
la alegría que está esperando a ser encontrada para hacerla saltar de nuevo,
como las flores en primavera, sin saber que tienen tanta belleza,
sosteniendo las manos de madres cansadas y dormidas.
La juventud de un pueblo que llora la derrota en la bandeja de la venganza,
Poner carteles en las paredes con las caras de los políticos complacientes,
que nunca estarán presentes donde existen los verdaderos problemas,
olvidando sus raíces y su tierra que sólo necesita un poco de sol.
Los hijos de una India futura que camina con dificultad tras los escalones de un monumento silencioso,
corriendo por los pasillos con cometas que ahora están aprendiendo a volar,
elevándose libremente hacia el cielo salpicado de estrellas y luces de colores,
mientras las festividades continúan y los dioses siguen demasiado distraídos,
los niños de la India nos enseñan la dignidad de saber sobrevivir,
siempre con la esperanza de que algo cambie y traiga esperanza a tus manos,
convirtiendo las lágrimas en sonrisas en rostros tan claros como el agua del manantial.
El peso de la India es a veces pesado para que lo llevemos todos juntos...
Nunca es verdad cuando te dicen que tienes que estar preparado,
uno nunca está frente a un espectáculo así,
de esplendor y suciedad que forman una pareja estable.
El peso de la India en su infinito ruido,
en las bocinas de los camiones que nunca paran,
los gritos de la gente en la calle y los almuédanos en el altavoz,
el peso de la pobreza, que se manifiesta sin filtros ni descuentos,
el peso de una mirada cansada y mutilada,
como la de las mujeres que no tienen valor,
el peso de los suyos mil saris cubiertos bajo un sol abrasador,
el peso de los burkas de color ocre arrastrando sus cuerpos por el asfalto,
en manos de niños que no saben por qué...
el inmenso peso de sus suntuosos edificios,
donde imaginas un pavo real flotando,
o una princesa traviesa,
que, sin embargo, sólo vive en nuestra fantasía occidental,
e incluso a distancia no puede ser feliz dentro de estas paredes,
la cáscara es dorada pero por dentro el sabor es muy amargo...
el peso del la lentitud de una burocracia loca,
de esperar interminablemente a que ocurra algo,
de su cálido sol que no espera a nadie,
basura que forma montañas,
en carreteras y ríos,
contando cosas que ya hemos visto y que cansan enseguida,
casas de lujo que justo fuera tienen una alcantarilla abierta,
el tiempo pasa lentamente y para algunos, ha perdido su significado,
en cuanto a las mil joyerías de las calles,
tratando de atrapar al próximo cliente que no está allí,
o esta mujer que pide tierra negra,
mientras arrastra su fardo de harapos,
esplendores de una vida que no resultó tan bien,
de fragmentos dejados en dos entre las líneas de un poema,
perdido en las ramas de la selva.
El peso de la India en los ojos inquietantes de los hombres,
que aún no están acostumbrados a la libertad de las mujeres,
de la frustración de ser buenas madres y esposas,
todo rematado con sonrisas falsas el día de la boda,
esconder algo de culpa detrás de un templo silencioso,
no poder hablar cuando uno quiere,
porque la vida aquí no vale tanto...
8 febrero 2025 13h51